martes, 13 de julio de 2010

Vacío I

La mantícora rompe el silencio con el batir constante de las alas. El paisaje rojizo se extiende, salpicado de figuras pinchudas que caracolean de un lado a otro. Observo cada sombra con mirada ávida, esperando encontrarle enfrascado en una lucha contra uno de esos inmensos jabalíes, buscando el sustento para la base de Thrallmar donde fue destinado hace semanas. No hay ninguna presencia a parte de los animales mutados y los demonios que vagan cerca de las forjas. Mantengo el puño apretado, bullendo de inquietud por dentro, me quema el papel arrugado en la mano como si fuera brea prendida.

No tengo palabras para describir la cobardía que es, huir sin darte un ultimo abrazo…

En el campamento nunca hay silencio. Los gritos hoscos de los orcos se elevan sobre el golpeteo de los obreros que reconstruyen incansables las murallas, rugiendo las órdenes a los destacamentos que se envían a las forjas de la legión y la Ciudadela que se recorta entre la bruma abrasiva de la Península. Soldados montados en lobos cruzan las puertas, los sacerdotes se afanan en atender a los heridos que regresan de las misiones rutinarias. Busco entre ellos una mirada ámbar, un destello de cabellos como el fuego, pero no le encuentro entre ellos. La saliva se me está volviendo amarga en la boca, se me seca la garganta de ansiedad en cada paso que me separa de la posada y en la cual no le encuentro. La nota cruje en la palma de mi mano cuando cierro el puño hasta clavar las uñas en el guante.

…marcharme abrumado por el dolor, sintiendo como me sangra en el corazón el amor que siento por ti.

La posada me recibe con una bocanada de aire caliente y el olor rancio de las gachas de hojaespina con las que se alimenta a las tropas. El vocerío parece suavizar el volumen cuando varias miradas reparan en mi presencia, oigo a los orcos con claridad y no se me escapa el gesto de uno de los veteranos deteniendo al orco que se levantaba empuñando su hacha. Pinkus asiente al verme con un gesto de reconocimiento y se acerca a la mesa en la que me siento con una bayeta mugrienta incapaz de hacer otra cosa que esparcir la suciedad cuando la pasa sobre el tablero de madera.

- ¿Qué va a ser?

- Siempre haces la misma pregunta cuando solo tienes la misma bazofia que ofrecer. – Se encoge de hombros mientras miro en derredor. No le reprocho el sabor terrible de sus guisos, es un no muerto. – No vengo a tomar nada. Estoy buscando a alguien.

- ¿A quien?

- Uno de los nuevos… llegó hace poco.

- ¿Cuál de los cientos?

- Elfo, Caballero de Sangre, pelirrojo.- Va negando con la cabeza a medida que desgrano la descripción, hasta que alza las cejas al reconocer algo.- Pelo largo… responde al nombre de Nymrodel.

- ¿Pecas?.- Asiento, el tono del posadero es tan desapasionado como siempre, no importa lo terribles que sean las palabras, las descarga sin más.- Eligió venir a morirse aquí ayer.

Eres el único amigo que he tenido en mi vida, el mejor amigo que nadie hubiera podido tener.

-… que? – La silla ha caído tras de mi al ponerme en pie, ni siquiera oigo el estruendo que hace que los orcos se vuelvan hacia nosotros. Pinkus señala un jergón de paja en un extremo de la sala.

- Lo recuerdo por las pecas. Pensé que estaba borracho o intoxicado del vil, vomitó algo y no se volvió a levantar.

El jergón está vacío, revuelto. Vuelvo a mirar en derredor, los orcos me miran de reojo y hablan por lo bajo. Deben haber cometido un error, debe estar en las dunas, le habrán enviado al zepelin accidentado a por piezas para las catapultas. No está aquí… simplemente. Hace demasiado calor, y no puedo respirar.

- ¿Dónde le han llevado?

- Ni idea. Los orcos sabrán. Yo cuando un elfo la espicha aviso al capitán.

Trago saliva y tomo aire, tengo la sensación de que no me llega a los pulmones, de que no tengo nada bajo las costillas. Los ojos sin vida de Pinkus me observan un instante, se me clavan sus dedos huesudos en el brazo cuando tira de mi.

- Ven… ven muchacho. Llevaba esto consigo…- Reconozco el morral que deja sobre el mostrador, ante mi. Cojo la bolsa y la aprieto contra el pecho.- Solo he cogido lo que me debía.

He sido muy feliz contigo

Aquí no importa una muerte más, han visto cientos de vidas siendo engullidas por esta tierra requemada, nadie llora por nadie. Pinkus señala el consistorio cuando consigo preguntar de nuevo, con la rabia royéndome las entrañas a falta de otra cosa. Me arden los ojos e intento mantenerme frío, aquí nadie llora por nadie. Las voces se mezclan en el exterior, los peregrinos se reúnen en el centro del campamento, con sus togas polvorientas y las manos alzadas hacia el sacerdote que les guía, vomita sus promesas, su voz se me retuerce en el estómago con un latigazo de angustia.

- ¡El maná brota del suelo! ¡Solo tenéis que alzar las manos y tomarlo! – No le oigo, su voz se apaga.- …paraíso… no sufrir más… libres…

Algo se deshace en mi interior en cada paso, como el agua escapándose entre los dedos, o la sangre de una herida demasiado profunda, una herida que no se ve y por la cual gotea el alma. Cada vez que exhalo este aire pegajoso pierdo algo de mi mismo que soy incapaz de contener. Me arden los ojos, pero el fuego consume por dentro. Conozco al elfo que me está hablando, apenas le oigo, estoy concentrado intentando no ahogarme, seguir respirando, recordar como se camina:

- Siempre es duro perder a los jóvenes… - Me ha puesto la mano en el hombro, tiene canas, y la mirada triste, pero no sé que dice.- …en Lunargenta… hace poco que fue ascendido… lo siento de veras.

No veo. No escucho. No siento. Los soldados me apartan a empellones en la salida, el aire en la base no es suficiente, tengo la sensación de arrastrarme bajo el lodo, de estar respirándolo, repta frío y sin vida en mi interior, llenando un hueco doloroso y demasiado profundo que se traga el llanto y las lágrimas que me niego a derramar.

Me diste una vida que no me merecí, y que he desaprovechado amando a quien no debí y que hoy me ha vuelto a matar.

Algo está muriéndose en ese hueco, algo tiene hambre y sed y grita con voz muda, los jirones de un tapiz irreconocible, mancillado y ensuciado por las manos que lo bordasen. No queda nada, solo un hueco que aúlla de hambre.

1 comentario:

  1. ¡Enhorabuena es... O.O!
    Directo al estómago: Me falta el aire y ¡me han entrado ganas de llorar!

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