miércoles, 7 de julio de 2010

Fraternidad

No había bebidas sobre la mesa aquella tarde. Estábamos apiñados en el reservado de la posada, alrededor de una mesa atestada de libros. Elriel con la piedra entre las manos y el rostro cetrino y ojeroso, Nashidra de pié en su eterna tensión que pretendía ser fría e inexpresiva, con los ojos enrojecidos y los puños apretados. Suzanne a mi lado, apartándose los mechones de cabello rojizo que se escapaban del pulcro moño de su nuca, relajada y mirándome con un gesto de cruel complicidad.

-No es tan fácil. Cuerpo, alma y mente están unidos por vínculos indivisibles desde que nacemos. – Respondió mirando a Nashidra, con un tono calmo que parecía burlarse de la implícita ansiedad en las palabras de la maga. – El ritual es complejo y dudo que ninguno de nosotros pueda sacar nada en claro de él, ni siquiera usted, Magistrix.

Nashidra permaneció en silencio, fulminándola con una mirada cargada de ira bajo el frío latente en sus ojos. A mi no me podía ocultar lo que hervía en su interior, sabía que estaba profundamente enamorada de Nymrodel, habíamos hablado de la manera en que lo reclamaba la maga y como él se dejaba arrastrar por ella impelido por una incomprensible necesidad de sanarle las heridas. Se hundían el uno en el otro intentando ahogar sus penas inútilmente.

-Necesitamos un chamán.- Sentenció Elriel, volviendo la mirada de Suzanne a mi.
-Ningún chamán aceptaría participar en algo así, esto va en contra del equilibrio natural, no vamos a conseguir ayuda de ellos.
-Los hermanos se ayudan entre sí, Solámbar.

Chasqueo la lengua y me dejo caer sobre los escalones que bajan hacia la salida del templo. No se si hay mas trols cabreados detrás de nosotros, pero estoy jodidamente cansado y no pienso salir corriendo de ese laberinto de túneles. Xenafte se sienta a mi lado, golpeándome el hombro con un gesto fraternal.

-Llevaba mucho tiempo buscando estas plumas. Gracias por acompañarme, Theron.

Sonríe y sus pequeños ojos oscuros chispean cuando me mira. Les hemos robado las plumas a los chamanes trols del templo, no sé que tienen de especial pero los tauren las buscan y consideran que estarán mejor en sus manos que en las de los siniestros brujos Attalai. No pienso en lo que digo al empezar a hablar tras el instante de silencio en el que recupero el aliento.

-Necesito tu ayuda.
-Theron… – Ya hemos hablado de esto antes, eso es lo que dice su tono de voz.
-Xen… no puede quedarse ahí más tiempo, está sufriendo, sufre un tormento que ni tu ni yo podemos imaginar. Tenemos que ayudarle, y es la única manera.
-Es una aberración, Theron, es un ritual prohibido, y lo es por algo, ni siquiera sabes si funcionará y creeme cuando te digo que puede costarle y costarnos caro a todos.
-Eso es una aberración… ¿y lo que está viviendo no?. No es justo Xen, no es justo que termine así y que sus amigos le den por perdido y le dejen caer en el vacío.
-¿Y crees que la solución es condenar a otro en su lugar? ¿Forzar a los elementos a que creen un vínculo artificial y privar a alguien de su libertad solo por que es nuestro amigo?
-Él no se lo merece. No se merece eso… encontraremos a alguien que sí lo merezca.
-¿Y quien va a juzgar eso? ¿tu?
-Lo juzgaremos todos. Llevamos tiempo luchando en Terrallende… tu has sido testigo de los movimientos de los Illidari y los Sunfury, has visto lo que hacen en Sombraluna y en la Tormenta.

Vuelve la mirada hacia la escalinata que se hunde en la oscuridad, bajando la cabeza y las orejas. Está dudando, la estoy poniendo en una encrucijada difícil pero haré lo necesario por poner las cosas en su lugar. La faltriquera tintinea cuando extraigo una de mis piedras, no recuerdo si es un trol o una araña de Terokkar, tampoco le doy importancia. La agito ante su hocico.

-Ellos ya están condenados, tarde o temprano morirán y el Vacío reclamará lo que es suyo. – Hago crujir la piedra entre mis dedos y la energía comienza a liberarse en suaves zarcillos glaucos y resplandecientes. – Nos tendría que estar agradecido, esto te reduce a la nada… consume tu alma y te libra de ser absorbido por el Torbellino, por una eternidad de pesar y locura. Libraríamos a Nymrodel de un destino que no le pertenece, y libraríamos a alguien que sí pertenece al vacío de tener que enfrentarlo.

El cristal se consume entre mis dedos, la energía que contenía pasa a formar parte de mi. Ya no existe, fuera lo que fuera, se disuelve con un cosquilleo vivificante en mi interior. Y Xenafte me mira, con un brillo trémulo en sus ojos, horrorizada y apenada, y niega con la cabeza en un gesto rendido, apesadumbrado:

-Traemé esos libros… haré lo que pueda.

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