miércoles, 7 de julio de 2010

La Espiran Descendente: Solsticio I

La lluvia cae pesada sobre la sedienta tierra de Frondavil. No importa cuanto se alimente de ese velo grisaceo, el agua se contamina de la atmósfera cargada, lágrimas que solo contribuyen al quebranto de la ennegrecida tierra… que se pegan a mi rostro como un sudario frío, a través del cual puedo respirar con menos dificultad. Me siento henchido… el recuerdo palpita como la sangre en mis sienes, Eliannor derrumbándose, sangrando, perdiendo la vida que había conseguido concebir entre estertores de dolor.

No fui yo, solo fue una pesadilla. La amo, más que a mi vida, jamás le haría daño… jamás. No fui yo.

Les odio. Con tanta intensidad que me es difícil controlarme cuando al fin atisbo el camino flanqueado por las ruinosas columnas, Malsueño se agita debajo de mi, furioso, y tiro de las riendas con fuerza para detener su alocada carrera… se contagia de mi ansiedad. Me llegan los cánticos amortiguados por el murmullo de la intensa lluvia. Bajo del caballo de un salto, hundiendo las botas en el fangoso camino, y este se desvanece dejando tras de si los ecos de un trote furioso y el chisporroteo del fuego que arde en sus cascos. Vilanda está conmigo… noto su respiración pausada, el olor potente que exhala su piel.. su hambre me llega, me alimenta como los vapores que exhala la tierra moribunda.

- Llegais tarde.- Los resplandecientes ojos del guardia nos escrutan, apenas levanta la voz. Puedo ver las runas que marcan su rostro de rudas facciones humanas. – Ya ha empezado.

Me calo la capucha mientras le seguimos. El mantra comienza a intensificarse a medida que nos adentramos en las ruinas. Me llega el potente olor de la cera, de las teas y los incensiarios que esparcen un aroma nárcotico, envolvente y empalagoso… que se adhiere a alguna parte del subconsciente. Estoy alerta… lucho contra los efluvios que amenazan con disipar mis pensamientos, no he ido para participar en sus aquelarres, no he venido para alimentar sus fuerzas con mi voluntad.

Les odio… les odio

En la entrada a la cueva se alza un tosco altar, sobre el cual una piedra de afilado sílex se ve tiznada de sangre. La orca que guarda la entrada me mira, su rostro marcado por una multitud de cicatrices hace apenas diferenciables sus facciones en el tenue resplandor de las teas.

- Tu sacrificio.- Murmura. Tardo en reaccionar. Nunca he asistido a los rituales del Solsticio… solo he acudido una vez a este antro, y apenas recuerdo nada entre la bruma de enajenación que me embriagaba aquella noche. – ¿Eres nuevo, no? – Farfulla ante mi tardanza, y yo sonrio con la inseguridad de un crio, siempre se me ha dado bien eso.

Me toma de la muñeca con un gesto brusco, y me acerca casi arrastrándome hasta el altar, aplicando con fuerza mi muñeca sobre el borde aserrado de la piedra. El dolor mordiente me recorre el brazo, el efecto nárcotico de las teas se disipa, el dolor me despeja, y mi sangre resbala en hilillos brillantes hacia el cuenco en la base de la piedra. Veo a Vilanda olisquearla y sonreirme, con una expresión que demanda permiso para probarla. Tiro de ella cuando la orca al fin me libera, aun sangrando, y nos adentramos juntos en el corredor que da acceso a las cuevas, ella refunfuñando con frustración, yo en un silencio sepulcral, decidido a buscar a mi presa y perder el mínimo tiempo posible en este antro.

Una figura menuda se acerca por el tunel, abandonando el lugar del que provienen las voces armoniosas del cántico. Una cascada de cabello dorado, rizado, cae devolviendo tenues reflejos del fuego de las teas… una niña… pero su mirada se levanta, se clava en mis ojos, un gélido resplandor, fantasmagórico, despierta la alarma en mi mente, y el potente deseo que estremece mis nervios al no ser capaz de apartar la mirada de su cuerpo, de las formas aun por desarrollar de su pequeño cuerpo. Miedo y fascinación. Me sonrie con dientes afilados, siento su esencia potente golpearme cuando pasa por mi lado. Maldito demonio aniñado… una Lilim, un ser inconcebiblemente poderoso y que solo implica una cosa… tenemos visita en Jaedenar, y ese pensamiento me permite distraerme en cierto punto de la excitación, y volver a controlar los latidos furiosos de mi corazón. Ella se aleja con paso despreocupado, hacia la salida. Nosotros continuamos adentrándonos, sabiendo ahora que no nos va a resultar tan fácil.

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