miércoles, 7 de julio de 2010

Dejarse engañar

- ¿Hay solución?

Eliannor está pálida y ojerosa. Me mira con los ojos enrojecidos, le tiemblan los labios y nunca ha sabido ocultar la angustia… nunca ha sabido ocultar nada.

- No… por ahora. – Desvío la mirada, mantenemos la conversación en quedos murmullos, las ruinas de unos enormes frisos nos amparan de miradas indiscretas. A los habitantes del Bajo Arrabal no suele importarles de que hablan dos desconocidos en un callejón medio derruido.- Llevo meses colaborando con el Alba Argenta en las tierras de la Peste. Les llevo muestras de las calderas… de la fauna y la flora contaminada… dicen que tal vez encuentren un contraagente.

- ¿Ellos lo saben? ¿Van a ayudarte?. – Niego con la cabeza. Sus manitas se cierran sobre las mias, frescas, finas y menudas, y las estrecha.- Theron… conseguiremos algún remedio, no puedes depender de los demonios y lo que tenga que ver con ellos… conseguiremos algo.

- Siento haberte mentido. No quería hacerte daño. – Un brillo de tristeza en su mirada. Sé que la he herido, sé que ha pasado miedo y también sé que he actuado con irresponsabilidad. Es la última persona en el mundo a la que le haría daño.- No quería que ninguno lo supierais…

- No puedes enfrentarte a esto solo, mellamin, nos tienes a todos… tienes a tus hermanos, y ahora debes confiar en nosotros. No te avergüences y déjanos ayudarte.

Me aparta el pelo de la cara y fuerza una sonrisa. Tengo un nudo en la garganta que me vuelve a sumir en el silencio, no puedo replicarle, a pesar de que no quiera su ayuda, su beso me consuela, y es lo único a lo que me aferro en estos momentos. Ninguno de ellos tiene la solución, no hay manos tendidas, y aunque las haya no son más que vanas esperanzas… dulces y engañosas.

Y a pesar de todo me gusta dejarme engañar, me gusta el alivio que me embarga cuando sus brazos me rodean y estoy cerca de creerme cada una de sus palabras. Me sumerjo en ella, me aferro a ella como si fuera la única luz en este mar turbulento y dejo que se apiade y me desnude el alma, dejo que llore por mi, que la rabia se diluya en sus lágrimas cuando descienden silenciosas por sus mejillas. Las saboreo cuando se cuelan entre nuestros labios al besarnos, son dulces y amargas y aflojan la garra que me destroza la garganta.

- No estás solo mellamin…. no estás solo.

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