miércoles, 7 de julio de 2010

Advertencias

Hemos oído ese sonido repetirse desde que saliéramos de Thrallmar. Es un rugido metálico, como una suerte de cuerno de batalla que te hiela la sangre en las venas y hace repiquetear las piedras contra el suelo agrietado. Respiro a bocanadas, siento ganas de gritar y correr, invadido por la energía que se cuela por mis poros, que campa en el ambiente en corrientes casi visibles. Me siento vivo, y la voz de Iradiel se me antoja irreal. Abre la comitiva, unos pasos más adelante, flanqueado por Ravenheart, un enorme tauren negro, y Kirathael, que mantiene el escudo preparado y la mirada atenta sobre su montura. Eliannor cabalga a nuestro lado, junto a Ydorn, que se mantiene en un silencio fascinado, golpeado seguramente por el mismo torrente de sensaciones que yo. Hace apenas unas horas que hemos cruzado el Portal Oscuro, no se nos hace difícil creer que transitamos sobre un terruño que flota entre las estrellas, suspendido en la nada. El cielo nocturno se abre sobre nosotros a un sinfín de mundos que giran en el vacío, cuando los observo me da la sensación de que voy a caer hacia ellos, me siento ingrávido, sé que podría llegar al cielo si saltase con la fuerza suficiente.

-Eso es el Atracador. – Acierto a escuchar a Iradiel, antes de que el rugido se trague su voz y la tierra tiemble de nuevo. – No os acerquéis.

El Fénix dirige una mirada a sus compañeros, que asienten casi al unísono. No sé que pretenden, de hecho ni siquiera les estoy mirando, mis ojos no aciertan a creer lo que ven acercarse hacia nosotros, con pasos mecánicos y traqueteantes. Un ingenio de descomunal altura quiebra la tierra con cada paso, su figura recuerda vagamente a un guerrero embutido en una extraña armadura. Va dejando tras de sí una estela de humo verde, que surge intermitente de unos enormes tubos que nacen en su espalda, y el horrible yelmo parece sonreírnos con las fauces abiertas y rebosantes de la vil energía de la Legión. Su rugido amenaza con hacernos estallar los tímpanos con cada paso que acorta las distancias. Eliannor espolea a su caballo y nos hace un gesto para que la sigamos, con una expresión decidida y segura en el rostro. Pero las arengas de Iradiel me hacen volverme, los caballeros y el guerrero tauren están lanzándose a por el monstruoso Atracador, que alza uno de sus enormes pies dispuesto a aplastarlos. Les oigo gritarle desde nuestra posición. Pero es Eliannor la que grita cuando me pongo en movimiento.

-¡THERON! ¡VOLVED HACIA THRALLMAR!

Malsueño sale al galope. No se en que estoy pensando, me hierve la sangre y espoleo a la pesadilla como si me fuera la vida en llegar a los pies de la criatura de metal vil. Desmonto de un salto, Iradiel y los demás siguen sobre las monturas, dando vueltas al Atracador que maniobra intentando pisotearles. Levanto las manos, ni siquiera me sorprendo por la facilidad con la que puedo invocar, el fuego arde entre mis dedos y explosiona y llueve y golpea. Una de las enormes botas de metal cae a peso sobre el suelo, que tiembla y se abre a mis pies haciéndome perder el equilibrio, me estrello contra la roca rojiza, el dolor me muerde la espalda por la fuerza con la que he sido impulsado hacia atrás.

-¡RAVEN, KIRA, INTENTAD LLEVÁROSlO!

Iradiel grita y oigo los cascos de los caballos a mi alrededor. De nuevo el golpe de un paso que resquebraja la tierra. La humareda rojiza y verde no me deja respirar y no consigo llamar a la pesadilla para alejarme de allí. El rugido se produce justo sobre mi, levanto la mirada al ponerme en pie y algo tira de mi capa con una fuerza innegable. Me golpeo contra el metal de la armadura que cubre al caballo. Una mano me sujeta con fuerza, con demasiada fuerza, me aplasta contra el animal que galopa desesperado entre la humareda.

-¿¡Que parte de NO OS ACERQUEIS no entendiste!? ¡Maldita sea Theron!

Trago saliva y me sujeto al corcel. Estoy dolorido y siento un repentino regusto a miedo en el paladar, tan tarde que comienza a entremezclarse con la vergüenza. Sé que les he puesto en peligro. Cuando Iradiel me empuja y desmonto apenas soy capaz de balbucear una disculpa. Eliannor me mira preocupada, con la expresión de quien reprime un gesto de consuelo, suspira aliviada y calma a Iradiel.

-Se acostumbrará a esto. Como todos. Todos hemos sido prudentes aquí… y todos hemos cometido nuestros errores.

Entiendo de pronto la advertencia que nos hicieran antes de cruzar el Portal. En Terrallende la energía fluye descontrolada, no solo es cuestión de sentido común el enfrentarse a ella con una prudencia máxima… para los nuestros es una cuestión de voluntad. Y cuando miro a Iradiel veo mis propias dudas reflejarse en sus ojos, que me miran con la preocupación soterrada bajo la decepción.

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