jueves, 8 de julio de 2010

La promesa del Pastor II

- Acompáñenos, Sir. El Príncipe querrá estar con los suyos en el cuartel.


Uno de los Guardias se ha acercado a nosotros, Eliannor me mira nerviosa, Iradiel asiente y nos mira un solo instante, acompañando al elfo de uniforme carmesí, los elfos a nuestro alrededor extienden los dedos y tiran de la capa del Fénix, alabándole, alzando los cánticos que van dirigidos también hacia los defensores de la patria. Eliannor se abraza a mi y la estrecho con fuerza mientras observo como Iradiel se pierde entre las puertas abiertas del Cuartel, acompañado por un grupo de Caballeros de su mismo rango. Estrecho a la elfa con fuerza nacida de la tensión, ella sigue llorando, el golpe que le propinase el guerrero se ha vuelto de un color morado oscuro y está cerrándole ligeramente el ojo derecho, me mira con los ojos anegados en lágrimas.


- Quiero verle… ¡Quiero verle!


- Tranquila… Eli… vamos a verle.


Parece haber olvidado lo vivido en Terrallende… la esperanza revive en ella con intensidad, borrando las estancias del Castillo de la Tempestad, los horrores del Mechanar, cada vez que nuestra lucha nos ha llevado a darnos de frente con la verdad de nuestro Príncipe. Quiero creer que las cosas han cambiado… quiero creer que todo ese camino tiene un sentido, que la agonía de nuestro pueblo ya termina, pero en el aire flota ese perfume ominoso que me impide contagiarme de la alegría general.


- ¡Ven, corre! Iradiel me enseñó una entrada secreta.


La maga tira de mi con fuerza, Betún nos sigue gruñendo, enredando los palpos en mi capa. Nos escabullimos en el callejón lateral, donde unos arcos abren paso a un largo pasillo flanqueado por un Guardia, cuya atención parece abstraída en la algarabía. Cuando vuelve la vista la fija en Eliannor, pero ya es demasiado tarde para detenerla.


- ¡Eh! ¡Alto ah…. ¡ ¡Oink!


Parpadeo y observo al pequeño cerdo al que ha quedado reducido el guardia gracias al hechizo de Eliannor. Saltamos sobre él y nos colamos corriendo en el pasillo, escabulléndonos por un sinfín de corredores, a medida que avanzamos se hace más patente la presencia de la Luz, un hormigueo mordiente y furioso que extrañamente no deja oir su canción esta noche, Mu’ru permanece callado, como a la expectativa. Nos detenemos ante la balconada que desemboca en la sala que es la prisión del Naaru, que permanece atrapado por los hechizos de los magísteres. La comitiva está allí, también Lady Liadrin y sus caballeros, los magos que mantienen atado al ser de luz siguen concentrados en renovar sus hechizos. Iradiel permanece al fondo de la sala, junto a los Caballeros. Kael’thas se ha adelantado hasta detenerse ante el naaru, alza la mirada y se baja la capucha. Contengo la respiración, Eliannor parece quedarse sin aliento a mi lado y solo un murmullo se alza desde la sala, la voz ahogada de Lady Liadrin que observa el rostro consumido del Príncipe con la misma expresión desolada que el resto. Cicatrices… la huella de la muerte… el fuego de la corrupción rezumando de su mirada.


- Por Belore…


Un fogonazo termina con el repentino paroxismo, el Príncipe ha extendido sus dedos y el cuerpo enfundado en placas de la Matriarca sale despedido hasta golpearse contra la pared. La tormenta se desata de pronto con el sonido del acero siendo desenfundado, de los embozos que caen y el crepitar de la magia al liberarse con intensidad. La comitiva se ha abierto, los guerreros se lanzan a por los caballeros en un ataque repentino, por un momento me parece ver la escena a cámara lenta, en el instante en el que reconozco el olor de la magia profana, el olor que exhalan los demonios, en el momento en que veo las astas que nacen en la frente de los guerreros de Kael’thas. Las runas brillan en las pieles oscuras, sus voces se alzan con fiereza, distorsionadas. Eli se ha quedado rígida a mi lado, muda por un momento, con las manos trémulas afianzadas a la balaustrada, mirando la sala con expresión de incredulidad.


-¿ Theron que…?


- No lo sé… Pero hay que… ¡Iradiel!


Le he visto desde mi posición, es como un golpe que me despierta del paroxismo, le he visto esquivar a uno de esos guerreros y cortarle la cabeza con un movimiento preciso, ese ataque le ha restado tiempo para defenderse del elfo que se acercaba por su espalda, el acero ha atravesado placas y carne haciendo rugir a Iradiel. Una oleada de magia ahoga el grito de Eliannor cuando salta desde la balaustrada. El Pastor ha elevado los brazos, su voz resuena en la sala y las energías comienzan a fluctuar, la barrera que se alza alrededor de él y del naaru es visible… como una especie de columna de luz roja retorciéndose sobre si misma. Todo sucede con la velocidad de un parpadeo, se elevan, la energía ruge y de pronto solo quedan los jirones de esa magia en el ambiente, y la batalla recrudeciéndose donde antes se encontrasen el naaru y el Pastor. Salto tras Eliannor, sin tiempo para pensar, mi caída es pesada y un dolor lacerante me muerde el tobillo al aterrizar en la sala, Eliannor se ha deslizado liviana hacia el otro extremo de la sala, conducida por los hechizos de caída lenta. Betún ha derribado al caer al elfo astado que se alzaba tras de mi, espada en mano, pongo distancia entre ambos, acercándole a los caballeros que están replegándose hacia el centro de la sala, las sombras comienzan a despertar cuando alzo la voz en una invocación rabiosa, se proyectan hacia el elfo que ha enviado a Betún al suelo de una patada. Varios Caballeros se adelantan ante mi, cubriéndome de los atacantes y dándome espacio para la conjuración, oigo a Eliannor gritar mi nombre, y en algún momento, entre la bruma febril que está comenzando a invadirme, veo a Iradiel enzarzado en una pelea cruenta con el elfo que le hiriese, el más grande entre los astados, el de la armadura más oscura y la mirada más ominosa. Nos están acorralando en el centro, algunos de los Caballeros de Sangre se han vuelto en nuestra contra, pero la mayor parte está defendiendo a Lady Liadrin, que se ha alzado con el rostro ensangrentado y la armadura humeante. Varios de nuestros enemigos salen corriendo cuando alzo la voz en un grito cargado de ignominia, aquellos que me defienden parecen clavarse al suelo ante mi, luchando por no seguir esa carrera descontrolada, he perdido de vista a Betún, y estamos retrocediendo hacia el centro, donde Eliannor acaba de caer de rodillas, sollozando tras detener el ataque de un par de astados a Iradiel. Desato la sombra en todas direcciones, la dejo desbordarse con toda su hambre, buscando la carne envilecida que podrá calmar su ansiedad, la sangre oscura no tarda en mezclarse en el suelo con la de los caballeros que han caído, salpica en todas direcciones cuando el hechizo que ha brotado de mis labios les revienta en el interior. La bruma que me anega la mirada se vuelve glauca, resplandeciente, no dejo de recitar, de incitar a las sombras, entregándome a mi mismo como tributo cuando su sed comienza a devorarme. Los gritos me alimentan, el olor de la sangre me hace arder la piel, el trance me abraza en el culmen del dolor. Oigo el entrechocar del acero, dirijo mi furia por puro instinto, hasta que ya no me queda nada y la corriente ansiosa se me lleva por delante, hundiéndome en un río oscuro en el que alcanzo a escuchar la voz de Eliannor una última vez:


- Caminante del Sol….- El frenesí engulló el sollozo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario