miércoles, 7 de julio de 2010

Thognar

Me dolía tremendamente la cabeza, apenas podía centrarme en lo que Ydorn decía. Los zapatos se nos hundían hasta los tobillos en el fango de tierra y ceniza y el agua de los riachuelos de agua espesa estaba demasiado fría. Teniamos que mantenernos alerta mientras rebuscábamos entre los escombros y los restos de carros de guerra abandonados, los cadáveres reanimados se alzaban a veces de entre el fango, con las garras infectas dispuestas a cobrarse cualquier vida que rondase por la cicatriz. Yo sabía que Ydorn estaba loco, pero aun no era consciente de cuanto lo estaba yo siguiéndole.

- Este puede resultarnos útil.- Dijo alzando un fragmento de cristal de un azul profundo e hipnótico. – El vacío en su más puro estado… bueno… al menos que podamos encontrar por aquí – Añadió, frunciendo los labios en una expresión de desagrado.- Este lugar está profundamente marcado por experiencias terribles, los muertos vagan y siguen prolongando y alimentando las fuerzas que se han adueñado de esta tierra.

El sonido del roce de los huesos y el metal se transformó en el crepitar del fuego y un crugido seco al explosionar el esqueleto que se había alzado repentinamente tras mi Maestro, que me observaba impasible al haberme quedado con la boca abierta intentando advertirle del muerto que se alzaba tras él y ahora no era más que un montón de huesos esparcidos sobre el fango. Movió el fragmento de cristal ante mi, captando de nuevo mi dispersa atención en él, y asentí, retorciéndome las mangas de la toga.

- Tanto es así, que la Sombra, potenciada por este ambiente tan propicio para ella puede llegar a tomar una forma física, creada a partir de los sedimentos de esas vivencias. Terror, Dolor, Desesperación, Odio, Venganza… un sin fin de agradables sensaciones, cristalizadas. – Sonrió con un aire prepotente y me colocó la piedra en la mano, cerrándola entre las suyas y obligándome a apretar el cristal.

La visión se desató y cruzó mi mente como un rayo. Espectros arrastrándose en las ruinas de un lugar familiar, una aldea en la que se oye el murmullo de las olas y las sombras, las runas resplandecientes de un círculo de invocación. Aparté las manos y di un traspié, frotándome los brazos con energía cuando el frio se coló por debajo de mi ropa. Ydorn me sonreía y golpeó mi espalda con un gesto condescendiente mientras se ponía en marcha. Maldije en mi fuero interno y le seguí, chapoteando entre el fango, rumbo a Brisadorada.

Los habitantes de la espectral aldea no nos dirigían una sola mirada a nuestro paso. Ataviados con aquellas ropas oscuras y avanzando con la ayuda de los bastones ofreciamos una imagen bastante acorde al lóbrego lugar. Ydorn observó las ruinas y pareció mantener una escueta conversación consigo mismo hasta que finalmente asintió, dirigiendo sus pasos hacia una de las casas que aun se mantenían en pie. Subimos la rampa y sorteamos algunos cascotes hasta llegar a una sala en el piso superior a la cual se colaba la luz mortecina de la luna a través de un boquete en el techo. El círculo de invocación resaltaba en el suelo, refulgiendo las runas demoníacas en un púrpura intenso… por aquel entonces aun me mareaba fijar la vista en los símbolos de poder, y esa vez no fue menos, el dolor de cabeza se me intensificó y casi sentí ganas de vomitar cuando me posicioné en su centro como Ydorn me indicaba.

- Ya sabeis lo que debeis hacer.

-N…no me habeis explicado nada, Maestro.

- ¿Necesitais que lo haga, joven Solámbar?.- Dijo lanzándome la piedra, que a duras penas cogí al vuelo, sintiendo inmediatamente un impulso por lanzarla lejos de mi.- Llamad a la Sombra, e imponeos sobre ella. Es simple.

Quería replicarle, pero las visiones volvieron a enturbiarme la vista, las voces de los muertos se alzaron en un aullido estremecedor y de pronto sonaron vivas, resonando en una amalgama de gritos de histeria y terror. Les seguían a través del bosque, nos seguían, y alguien se apretaba contra mi buscando protección “No puedo más… no puedo más…” lloriqueaba, y se dejaba arrastrar por la fuerza desesperada que emanaba de mi, respiraba miedo, me henchía y me envenenaba de él, comenzaba a ahogarme. Manos esqueleticas se abrieron paso a través del suelo y tiraron de mi, la muchacha a la que sostenía era arrastrada por ellas hacia el fango espeso, aquellos que intentaban escapar a mi alrededor eran engullidos por él e iba quedándome solo, agarrado a los brazos de la elfa de mirada cristalina, que gritaba desesperada “!NO ME SUELTES. MALDITA SEA. ES TU MALDITA CULPA. FUE TU MALDITA CULPA!” . Boqueé intentando tomar aire, tire con fuerza de sus brazos y sus uñas se clavaron en los mios con fuerza.

- El Poder es Voluntad. Si tu voluntad es débil no podrás dominarlo jamás. La Voluntad es Consciencia. Si no ves, si no escuchas, la oscuridad te arrastrará.

Los ojos de la elfa se convirtieron en dos pozos insondables, su piel se volvió oscura de pronto, vibró y se contorsionó, y siguió clavando sus dedos en mi carne, hundiéndose en ella como una brea intangible que comenzaba a congelarme de terror.

- El Conocimiento es Poder y su luz borra el miedo.

Y recordé de pronto, repitiéndome mi propio nombre una y otra vez, susurrándolo como una letanía. “Soy Theron Solámbar, y no te tengo miedo. Soy Theron Solámbar… sé quien eres”.

- El Poder es Voluntad. ¿La tuya… o la suya, joven Solámbar?

Parpadeé. Abrí bien los ojos en la penumbra y observé el rostro de vacío que me miraba. Apreté los dientes y tiré de mis propios brazos, arrancándole zarcillos de sombra que se disiparon en el aire. El informe ser se estremeció un instante y las garras volvieron a formarse, negras como la brea y dispuestas a volver a aferrarse a la carne viva y aterrada.

- Ya no encontrarás… alimento en mi.- Murmuré, soportando su mirada vacía y terrible.- Yo soy Theron Solámbar, demonio, tu eres Thognar… y me perteneces.

Un último suspiro, frio y antinatural, escapó de entre los velos de oscuridad de los que se componía el ser, que se retorció antes de disiparse, envolviendo la piedra que aun permanecía entre mis manos. Me dejé caer de rodillas, apretándola, riendo a pesar de la debilidad.

- Hay que ver que poco aguante…- Escuché a Ydorn quejarse, antes de desplomarme inconsciente.

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