miércoles, 7 de julio de 2010

La noche del Hada III

La elfa se arquea debajo de mi, Iradiel me mira con un gesto en un punto amenazante, me golpea en una mano y atrapo su muñeca con demasiada rapidez para el estado en el que me encuentro. No estoy pensando en lo que hago… le acerco la pipa a los labios a Iradiel y lejos de fulminarme con la mirada la acepta con una entrecortada calada, mientras Eliannor le besa el cuello con lentitud, entrecierra los ojos un instante, observándome mientras aprieto su muñeca contra los almohadones y me inclino sobre su esposa, buscando la piel descubierta de su escote mientras los labios de la pareja vuelven a unirse en un beso lento y empapado de absenta. El cuerpo breve y frágil de la maga se tensa debajo de mi, parece suspirar y abandonarse por completo a las caricias. Iradiel se arranca la presa de mi mano para soltar los cordones del corpiño a la espalda de la elfa, la tela va abriendo paso a la piel pálida, húmeda por el sudor perfumado que comienza a despertar. El Fénix se ha inclinado sobre ella, hundiendo las rodillas entre las telas y los cojines, oigo el cristal de una copa repiquetear al encontrarse con el suelo desnudo mientras nuestros cuerpos se enredan, atrapo la prenda entre los dientes y desciendo mientras Iradiel muerde con un gruñido repentino la carne jugosa de uno de los endurecidos senos de la elfa, que gime y se ruboriza.

- Estoy viendo hadas….- Murmura muy bajo. Y le responde la voz ronca de Iradiel.

- Yo también.

Mis manos desabrochan el cinturón que ciñe la toga a la cintura de nuestra hada, su olor me inunda los sentidos con más potencia que el olor del vil en el ambiente, que el de la absenta y el azucar. Huele a hierba de ensueño, a lilas y a mandragora y su perfume se entremezcla con el olor del metal y el cuero, del sudor del fénix que frota su rostro contra sus pechos como un enorme felino. Juraría que le oigo ronronear. Sus manos rudas acarician el cuerpo de la elfa, siento el tacto áspero sobre las mías cuando asciendo por las caderas de Eliannor, la toga ha quedado hecha un guiñapo, perdida entre las telas multicolores, su cuerpo pálido parece resplandecer a la luz difusa de las lámparas de maná. La sed me atenaza la garganta mientras les observo. Mojo un azucarillo en el potente licor e impregno los labios que se entreabren para ahogar los gemidos, trazo un camino brillante sobre la piel blanca hasta encontrar la boca ansiosa de Iradiel, cuyos dientes me rozan los dedos al atrapar el azucarillo. Busco los labios dulces de Eliannor, me deleito lamiéndolos mientras el suave gruñido de Iradiel vuelve a producirse, la elfa se estremece bajo las caricias de nuestras manos, sus labios musitan frases ininteligibles, entre jadeos entrecortados. Su lengua cálida me recorre los labios provocándome un estremecimiento que me hace arquear la espalda. Se mueve con delicadeza, separándose de mis labios para quedar sobre sus rodillas entre ambos, le recorro los brazos con las uñas y agarro sus muñecas para aspirar el aroma que exhalan sus cabellos cuando un tirón brusco me sorprende, la mano fuerte de Iradiel enredada en los cabellos de mi nuca, su otra mano cerrada en la nuca de su esposa. Me arqueo sin soltar a Eliannor, sintiendo el peculiar fuego que despierta el dolor desperezándose en mi interior. Sé que los ojos me arden cuando fijo la vista en él, sé que soy incapaz de controlar que el hambre se destile en mi mirada y su sonrisa me demuestra que es muy consciente de ella. Eliannor ha entreabierto los ojos y nos observa, con la respiración acelerada y la sangre agolpándose en sus mejillas.

- Si… mañana os preguntan…- Murmura con la vocecilla casi rota.- Ninguno nos… acordaremos de nada.

Su mirada sigue fija en mi, su mano cerrada como un cepo férreo en mis cabellos, tira de ellos con fuerza y en sus ojos reluce el hambre de los depredadores mientras la maga pasea las manos como mariposas sobre la piel desnuda y bruñida de su torso marcado por una infinidad de batallas. La sed me atenaza la garganta, algo me quema bajo la piel y suelto a Eliannor para tirar de los correajes de mi túnica en un intento por liberarme de ella que se trunca con el violento gesto del Fénix al tirar con fuerza de mis prendas. Oigo el tejido desgarrarse y resbalar sobre mi piel, prendiéndose a mi cintura por el cinturón. Me observa con una sonrisa sesgada, sé que las runas fulguran sobre mi piel, pero no me rechaza.

- A ti aun no te he probado.

El repentino tirón vuelve a despertar un latigazo de placer que me hace contraer los músculos. Me estrello contra sus labios sin oponer resistencia, enzarzándome en un beso hambriento, invadiendo su boca con la lengua y dejando que explore la mía con el sabor dulzón de la saliva teñida de absenta y maná. He enredado una mano en sus cabellos blanquecinos, y tiro con fuerza hacia mi, la otra explora el cuerpo de la elfa. Somos un nudo de deseo y caricias en el que no acabo de discernir que manos tocan a quien. Solo cuando me suelta con un gruñido me doy cuenta de que estoy desnudo. Su mano me libera, dejándome el recuerdo del dolor en el cuero cabelludo. Eliannor le mira un instante, pasea la mirada entre los dos y apoya las manos en los hombros de Iradiel antes de sentarse sobre sus rodillas. Recorro su anatomía con las manos, pego el pecho a su espalda y desciendo con las puntas de los dedos hacia su vientre mientras Iradiel devora sus labios con ansiedad creciente. Mis dedos se hunden en la cálida humedad de su sexo, se empapan de su deseo y resbalan sobre la piel mojada y palpitante.

-Me estáis volviendo loca…

La excitación me pulsa en las sienes y me seca la garganta. Mi otra mano ha encontrado el sexo de Iradiel y no dudo en cerrarla con medida fuerza a su alrededor. Le oigo gruñir, pero no escapa a mi contacto cuando recorro la extensión de su tallo, la excitación de ambos alimenta mi deseo, el placer hormiguea bajo la piel y el olor que me inunda el olfato es el perfume peculiar que exudamos en el pequeño reservado. Nuestro perfume. La mirada del Fénix se convierte en la mirada del león hambriento, me aparta la mano con un gesto brusco cuando he alimentado lo suficiente su ansiedad. Recorro los brazos de Eliannor al echarme hacia atrás, arqueándome, ofreciéndole un apoyo cuando Iradiel eleva las caderas y arremete contra el sexo de la elfa, que ha dejado caer su cabeza sobre mi hombro y ha enlazado los brazos alrededor de mi cuello mientras beso el suyo y la aprieto contra mi intentando amortiguar las embestidas del elfo. Cierro las manos en sus pechos mientras ahoga un grito, la noto tensarse como una cuerda, hacer frente a las arremetidas entre jadeos entrecortados. Cierro una mano en su boca, ahogando los gritos que se muerde hasta que Iradiel se tensa y resuella casi sin aire, con el espasmo inequívoco. La beso al apartar la mano, cuando la intensidad de las arremetidas del elfo decrece hasta detenerse, ahogo sus jadeos entre mis labios, la saboreo hasta empujarla con suavidad contra su esposo. Ella cede, apoyando la mejilla en el hombro fuerte de Iradiel, que aun resuella por el reciente clímax.

Cierro las manos en sus caderas, ella las eleva, invitadora, abrazándose a Iradiel mientras me reclama, y yo acepto la invitación, hundiéndome en el almíbar cálido de su interior y dejando escapar el aire contenido en mis pulmones. Placer y alivio se manifiestan y me muevo como mecido por la zozobra del alcohol y las drogas, entrando cada vez más profundo, retirándome lentamente, al compás de los gemidos que nos regala y que Iradiel devora al besarla con el hambre saciada. Busco su sexo con los dedos, pegándome a su cuerpo en cada movimiento, no la invado, dejo que su cuerpo me absorba, la noto palpitar a mi alrededor, estremecerse y constreñirme en cada espasmo de placer. Mueve los dedos entre los pliegues de su sexo, les observo mientras se besan en un intento por acallar los gemidos de la maga y he de hacer un esfuerzo por no desbordarme antes de notar los espasmos del orgasmo en su interior. Es su carne contrayéndose a mi alrededor, la manera en la que curva la espalda y alza el rostro para gemir sin importarle que puedan escucharla en la sala común lo que me hace morderme los labios y ahogar los gemidos cuando me derramo en su interior con una sensación explosiva y cálida. Un segundo de paroxismo, pongo los ojos blancos y ella cae desmadejada sobre su esposo, que la abraza y se deja caer entre los cojines que los acogen. La espiral del alivio me absorbe, las corrientes que aun tensan mis músculos me hacen perder el ritmo de la respiración, y caigo al lado de la pareja, abandonado a la zozobra dulce del clímax que aun reverbera en mis venas. El sueño me está arrastrando a su territorio cuando noto las manitas suaves de Eliannor arroparme entre las telas, me abrazo a ella, con el calor intenso del Fénix de Sangre al otro lado y el sonido ronco de su respiración de gran felino. Nos dormimos abrazados a ella… inconscientes de haberla compartido en ese instante confuso entre la noche y el día… tras haber bebido la sangre de las hadas y haber dejado que inundase nuestros corazones.

Mañana pensaremos en el significado de todo esto… y el silencio será un sudario que no tardaremos en arrancarnos a la luz de las verdades desdibujadas entre gemidos y vapor de maná.

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