miércoles, 7 de julio de 2010

El rito y la decepción

Me arrebujo en la capa cuando el viento se levanta y azota la hierba alta del trono de los elementos. Permanezco sentado fuera de la zona delimitada por el agua que rodea la suave elevación de tierra en la que Xenafte ha ido colocando los tótems. La he visto bailar durante horas, en círculo, alrededor de las tallas de madera que intuyo representan a los elementos. Ha hecho sonar un cuerno a las cuatro direcciones, hablando con voz suave en el idioma de los tauren, inclinando respetuosamente la cabeza cuando se producía una repuesta que solo ella era capaz de interpretar. Los elementales que pululan cerca del trono se han acercado, y parecen observarnos mientras levantan tierra y viento, danzando al ritmo de la voz que ha empezado a cantar en Taur-ahe.

-Nokee Washte ishte shne po ishte anohe wa alo porah

La voz de la tauren se ha vuelto profunda, se entremezcla con el sonido grave que produce el viento al silbar entre las tallas de piedra y las rocas que se alzan a nuestro alrededor. Xenafte se sienta ante el tambor ornado de plumas y pieles e inicia un ritmo hipnótico y cadencioso.

-Rah eche towa ishamuhale nahe owa pawene

El halcón de Nashidra se detiene y golpea el suelo con las patas en un gesto digno. La maga tira de las riendas con suavidad y se apea, dejando a su montura a su aire mientras hace un gesto hacia el elemental de agua que la acompaña, una mancha negra se trasluce desde su interior, y parece moverse en sus entrañas acuosas.

-No tenía otra manera de inmovilizarlo. – Se excusa con gesto desabrido ante mi expresión sorprendida. – No hubiese venido por las buenas.
-Joder Nashidra, sácalo de ahí antes de que se ahogue.

Xenafte permanece ajena a la conversación, concentrada en su cántico, los tótems empiezan a resonar con una musicalidad extraña y orgánica. Se acerca el momento y siento ganas de golpear a la maga cuando el cuerpo del elfo cae al suelo con un sonido húmedo al desintegrarse el elementar que le envolvía, el pelo mojado se le pega al rostro como regueros de sangre y cuando me agacho a comprobar su pulso ya estoy seguro de que no voy a encontrar nada en ese cuerpo de piel azulada cubierto por la armadura de los sunfury.

-¿Qué coño has hecho? – Espeto en un susurro, intentando no alzar la voz y despertar a Xenafte de su trance. – No tenemos tiempo para conseguir otro, maldita sea, Nashidra.

Ella levanta la cabeza en un gesto orgulloso y aprieta los labios con rabia contenida. Empiezo a desesperarme cuando la voz infantil tras de mi me sobresalta, tranquila y fria.

-Es bueno guardarse un as en la manga. Y yo sabía que Nashidra es una incompetente.

Oigo gruñir a la maga mientras me doy la vuelta y me encuentro con los ojos de Elriel, cubiertos por una pátina de sombras, el corazón casi se me sale del pecho cuando veo al elfo que le acompaña, con la mirada ausente y el pelo rojizo cayéndole en mechones desordenados sobre el rostro pecoso. Su parecido con Nymrodel es escalofriante. Elriel le mantiene agarrado con suavidad, y le acaricia el rostro al hablar casi en susurros:

-Va a ayudarnos… es amigo mío.- Sonríe, y el elfo le mira con los ojos vacíos.

Sé lo que hay que hacer ahora, el círculo aun no se ha cerrado e indico a Elriel apresuradamente que se coloque en el centro. Xenafte sigue golpeando el tambor, con un ritmo que ha ido acelerándose paulatinamente. Siento las corrientes crepitar a nuestro alrededor cuando tomamos posiciones y el elfo de cabellos rojos se tumba en el centro del círculo mientras Elriel sigue susurrándole.

-¿Cómo te llamas?
-Thariel… soy el hijo del herrero. – Susurra, y observa al niño con los ojos transidos. No me es difícil reconocer la presencia de las sombras, el influjo que le mantiene subyugado. – ¿Qué vamos a hacer, Elriel?
-Solo es un juego.

El círculo se ha cerrado. El tambor ha dejado de sonar, pero permanecen los chasquidos, el ulular del viento, el crepitar del fuego y el borboteo del agua a nuestro alrededor. La voz de Xenafte se ha detenido, y observa a Elriel y al muchacho con los ojos bien abiertos. Las fuerzas crecen a nuestro alrededor, y ella está dudando, a través del trance del que no ha salido, sé que intuye lo que sucede… pero ya no podemos detenernos, no vamos a detenernos. Elriel tiene sujeta la piedra contra el pecho del elfo, mantengo la mano extendida mientras las palabras acuden a mi, la sombra se retuerce y los elementos rugen a nuestro alrededor cuando comienzo a tirar de su alma, a reclamarla, y la voz de Xenafte suena rota cuando la alza sobre el estruendo y comienza de nuevo su danza, ahora frenética, casi agónica. Tiro con toda la fuerza de mi voluntad mientras el cristal se va formando en la palma de mi mano y me muerde rabioso, resistiéndose. Elriel acaricia el rostro del elfo mientras se agita y se retuerce de dolor y aprieta la piedra contra su pecho, quebrándola, las fuerzas se condensan a nuestro alrededor, y fluyen hacia el cuerpo que agoniza, se enredan con las hebras resplandecientes que se liberan del cristal al romperse, y mientras este se desfragmenta va creciendo la gema que guardo entre mis dedos, hasta que finalmente la lucha se detiene, el viento nos azota y la tierra se mueve a nuestros pies y al sobrevenir la quietud unos ojos se abren al cielo límpido y un grito desgarrado rompe el espeso silencio.

-¡NOOOOOOO!

El sollozo ahogado se mezcla con el de Elriel, que abraza el cuerpo con fuerza y lo mantiene entre sus brazos mientras se debate débilmente, convulsiona y golpea en todas direcciones como si pretendiese escapar de su antigua prisión. Deslizo la nueva piedra en la faltriquera, con un regusto amargo en la boca y me doy la vuelta, Xenafte se ha arrodillado, las plumas que adornan sus trenzas le caen por delante de la cara, está agotada, y está llorando. Me alejo de ellos, volviendo la mirada de una escena que no me hace sentir aliviado ni feliz. No sé que coño hemos hecho, pero algo no está bien.

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