miércoles, 7 de julio de 2010

La Espiral Descendente: Gratitud I

El ambiente se condesa en la húmeda caverna. Una cascada vierte sus aguas frías en un pequeño estanque que se hunde en el suelo rocoso, su murmullo se entremezcla con los cánticos que se repiten una y otra vez, palabras a media voz, surgidas de gargantas transidas que comienzan a sumergirse en un extraño e inevitable trance. Suzanne ha dejado caer su túnica y responde sumisa a mi tirón cuando la obligo a arrodillarse en el círculo ritual. Su cintura se ve comprimida a un límite que debe resultar doloroso por un corsé de rígida piel oscura, su cabello se desparrama en una cascada de bucles de fuego cuando se inclina y ajusto la mordaza en sus labios. Vilanda permanece apartada, vigilante y ansiosa por participar en un ritual del que la he excluido, puedo sentir su descontento y su excitación cuando el sátiro me tiende la fusta para que pueda unirme al círculo como es debido. El demonio parece supervisar el rito con la compañía de una matrona súcubo de piel purpúrea, que se pasea con la mirada complacida y ardiente, relamiéndose.

No he pasado por alto la figura que se adivina tras la cascada, oculta en la oquedad que se abre tras esta, mientras descargo el primer golpe en la espalda de la elfa, que se contrae y muerde la mordaza en silencio. Mis sentidos están dispersos aunque la letanía luche por tirar de mi voluntad hacia el ritual. El círculo es amplio y las runas dibujadas en el suelo hablan de maldiciones, infertilidad y tormentas, son una mácula sobre la tierra que los brujos alimentan con su particular sacrificio de sangre y dolor. Castigan a sus siervos, que arrodillados en una actitud de sumisión y éxtasis, brindan su tributo y alimentan las fuerzas que comienzan a despertar. Lo siento con cada golpe, cada chasquido y cada gemido despierta un estremecimiento en las entrañas, el poder que crepita y responde a la voluntad, voluntad que se somete a la función del círculo. Todo conforma una extraña canción que lame desde dentro y se retuerce en un intento por seducirme, y la lengua que la desglosa se desliza bajo mi piel y se escurre hacia mi sangre. Me siento arder, el fuego se acumula en mi estómago deseando ser liberado, me cosquillean los dedos y descargo los golpes con mayor ímpetu, dejándome arrastrar por lo que las sombras provocan en mi… las abrazo, las llamo y las encierro dentro de mi para que alimenten el fuego. La contención me hará fuerte, alimentará la furia cuando deba ser liberada.

Las pezuñas de la matrona repiquetean en el suelo cuando se mueve alrededor del círculo. A través de las brumas ardientes soy consciente de todo, y la veo acercarse a uno de los siervos, un elfo con la espalda en carne viva y maniatado, con la expresión ausente del trance en el rostro al que toma de los cabellos obliga a enterrar la cara entre sus piernas. Un sonido gutural surge de la garganta del demonio que arquea la espalda y extiende las alas membranosas. Vilanda se revuelve a mis espaldas, la oigo murmurar:

- ¿Puedo hacerlo yo también? – Pide con voz melosa, a lo que respondo con un gruñido antes de descargar un nuevo golpe sobre Suzanne, cuya piel se ha perlado de sudor y ya comienza a sangrar. La oigo chasquear la lengua y apartarse y la siento estremecerse de deseo cuando el gorgoteo de la sangre surge de la garganta del elfo, que atravesada por la daga de la matrona derrama el cálido y rojizo líquido sobre el ávido sexo del demonio, que una vez superado el culmen de su éxtasis suelta el cadáver sobre el círculo de runas. También el ritual está alcanzando el clímax, las voces han acelerado los cánticos, aquellos que permanecen de rodillas y reciben los inclementes golpes dejan caer las cabezas hacia adelante y se tensan, los sellos alimentados por la sangre fulguran sobre la roca y la energía se arremolina a través de nosotros. No puedo evitar que arrastre algo de mi furia… pero la mantengo dentro, atada e incombustible mientras me dejo caer de rodillas, resollando… ni lejanamente agotado. El pelo se me pega a la cara y me oculta el rostro, observo a Suzanne con una punzada de preocupación, deslizando una piedra de salud al posar una mano sobre su mano. Le arranco la mordaza y su resuello acelerado casi se rompe en gemidos. Mantenía los ojos cerrados con fuerza, y al abrirlos veo la excitación brillar con fuerza en el fondo de una mirada de pupilas dilatadas.

- Suzanne

Intento apremiarla a reaccionar cuando se acerca a nosotros una de las brujas que mantenía el círculo. Una orca de sugerente anatomía y mirada rasgada. Me pongo en pie, agarrando a Suzanne del brazo y obligándola a incorporarse conmigo.

- Te recordamos…- Me dice casi en un susurro, deslizando un dedo por la correa del corsé que comprime el sexo de Suzanne, mientras me mira.- Tu eres quien abrió el vial… la última vez.

- No yerras. – Sonrío con un aire de orgullo. El fuego se comprime en mis entrañas.

- Tu puta se ha mojado tanto que podría ahogarse.- Su tono de voz suena lúbrico mientras aparta la mano del cuerpo de la elfa, que sigue resollando, apoyándose contra mi. – Subid conmigo a la planta superior… podemos pasar un buen rato los tres.

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