jueves, 8 de julio de 2010

La promesa del Pastor I

Creo que estoy soñando... escucho con claridad el sonido de la corriente sanguinea en mis venas, un río helado de lenguas de sombra que a veces se prende con un chisporroteo de fuego esmeralda. Aun siento las descargas bajo mi piel, el mordisco doloroso de las sombras cuya hambre nunca se sacia, ellas siguen inquietas, en algún momento comenzaron a devorarme también a mi e intuyo que esta inconsciencia me protege de ese apetito voraz. Intento recordarme, antes de que la fatiga me venciera, sacudirme de este sueño pesado reconociendo su origen… aun sé como me llamo…

- Theron… Hace mucho tiempo que sé de esto…

Los ojos de Iradiel se fijan en mi, hay algo extraño en su mirada, algo que despunta bajo la frialdad de esos ojos en los que no encuentro el odio que esperaba… que deseaba. ¿Aceptación?, ¿Tristeza?. No es lo que quiero, me duelen más que el odio o el acero. Me late el corazón con fuerza en los oídos.

- La amo… Iradiel, no me importa lo que vaya a ocurrir ahora... pero he entendido algo… durante estos días.

- ¿Qué fue lo que entendiste?. – Se cruza de brazos, la cuchilla fría de su mirada sigue pendiendo sobre mi, no le tiembla la voz y a mi me cuesta elevarla.

- Nos necesita… -Murmuro, enfrentando su mirada, tragando saliva.- Nos necesita a los dos… la he visto cambiar estos días, quiero… ver ese brillo en sus ojos constantemente, no me importa lo que deba hacer para conseguirlo…

- Su corazón te pertenece. – Aprieto los dientes. Mi cuerpo está tenso como antes de las batallas, pero el ataque no se produce.

- Ella me quiere…

- Entonces tu corazón debe pertenecerme a mi.

Trago saliva. Sé que he palidecido, el mundo pierde consistencia un instante, no sé si he asentido, pero el significado de esas palabras es innegable para mi. Le debo esto a Eliannor, me he prometido entregarle la felicidad aunque me cueste mi propia alma. La voz de Iradiel resuena de nuevo al darle la espalda:

- Si esto sale de aquí… os mataré a ambos.

Ya no me da miedo esa amenaza.


Soy Theron Solámbar, sé a quien amo, sé por qué lucho. Las corrientes me arrastran, pero las fauces de las bestias informes ya no me desgarran la carne, las heridas se recomponen. Desde aquí oigo voces conocidas, un llanto suave de mujer, lamentos distantes. Veo la ciudad como en un sueño… las voces resuenan en ecos difusos.

- ¡Ha vuelto!

Eliannor ha salido corriendo hacia la puerta de la posada. Iradiel me mira con gravedad, en sus ojos no se pinta la ilusión desbordada que humedecía los de Eliannor, en los míos solo hay inquietud.

- Vamos Theron… estemos juntos.

Es de noche, los faroles parecen brillar con más intensidad, la comitiva que ha atravesado las puertas de la ciudad va despertando a los habitantes de Lunargenta. Algunos se arrojan a las calles, gritando la bienvenida a su bienamado príncipe. Otros cierran los ventanales y rezan. Nosotros seguimos a Eliannor a empellones, Betún nos abre el paso entre gruñidos y embestidas, aquellos que no se apartan horrorizados son empujados por el Fénix de Sangre que camina a largas zancadas ante mi, con la espada enfundada brillando con un extraño resplandor ígneo. Pronto parece que la ciudad entera ha tomado las calles, la muchedumbre alaba al príncipe, los brazos se alzan hacia el cielo y claman a Belore en gratitud. La Guardia aparta a empellones a los elfos que intentan alcanzar la comitiva. Veo como uno de ellos golpea a Eliannor, arrojándola en brazos de la marabunta cuando intenta acercarse al carromato del Pastor. Conseguimos llegar y sujetarla, sus ojos observan desorbitados el tránsito del Príncipe y su Guardia.

- ¡Aldriel’shala! ¡Pastor del Sol, deja que te veamos!

Hemos ido avanzando con ellos. Los guerreros que acompañan al príncipe van embozados, el ambiente parece cargado de energía, algo en el olor que transporta esta comitiva me resulta familiar… y me inquieta. Sujeto a Eliannor, sabiendo que no tendrán reparos en volver a golpearla si intenta de nuevo alcanzar al príncipe, al que apenas hemos visto al otro lado de las cortinas del carromato tirado por los enormes halcones zancudos, embozado y cubierto con los ropajes del Caminante del Sol. La gente nos empuja, somos transportados por el río enfebrecido, Eliannor se me escurre entre los dedos, zarandeándose desesperada en un intento por llegar al Pastor, la sigo como puedo y la veo postrarse ante uno de los guerreros embozados cuando se detienen ante el Cuartel de los Caballeros de Sangre.

- ¡Por favor! ¡Dejadnos pasar!.- El puntapié de la bota de acero la estrella contra Iradiel, que la sujeta con fuerza mirando con rabia al elfo de facciones veladas, que sigue su camino hacia el interior del Cuartel con el resto de la comitiva.

-¡Bastardo!

Sujeto a Betún y aprieto los dientes. Estamos refrenándonos, sabedores de donde estamos y ante quien. Eliannor llora desesperada, sin darse cuenta de que le sangran los labios. Iradiel la abraza e intenta calmarla. Ante las puertas del Cuartel esperan Lady Liadrin, Sangrevalor y Solanar, postrándose ante el Pastor del Sol cuando este desciende de su transporte. Por un momento se hace el silencio, todos le miramos.

- Príncipe Kael’thas… - Murmura Iradiel, por un instante su mirada se asemeja a la de Eliannor, cuya voz se está uniendo al cántico que comienza a alzarse en las calles.

- Falah’na… Sin’dorei… sine… falah’na, Belore…

La inquietud se me retuerce en el estómago mientras mantengo silencio, sé que una tormenta está a punto de estallar… puedo oler la tierra mojada… y la sangre.

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